«El paro condena a un mundo como
el nuestro. Todos, ante el paro masivo, somos y debemos sentirnos solidarios y
responsables». Lo subraya el cardenal Antonio Cañizares Llovera, prefecto de la
Congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos, en un
artículo publicado el miércoles 1 de febrero por el diario español «La Razón».
El purpurado comenta los alarmantes datos oficiales difundidos la semana pasada
sobre los parados en España (5.300.000), «la altísima cifra oficial nos ha
sobrecogido a todos». Lamentablemente -se lee en el artículo- «se trata de la
cota más alta de nuestra historia, por desgracia. Hay que añadir, además, que
más de un millón y medio de parados han dejado de percibir el subsidio de
desempleo. Los pronósticos de futuro, al mismo tiempo, no son nada halagüeños:
va a crecer seguramente en los próximos meses, y se constata y pronostica como
algo endémico de nuestra sociedad». Según Cañizares Llovera, «el paro, sin duda
alguna, es una de las peores calamidades de nuestra sociedad; uno de los peores
males que la aqueja. No es un mal más entre los muchos que padece nuestro mundo
enfermo. Constituye, de hecho, una especie de tumor maligno muy profundo y
agresivo, con grandes y graves ramificaciones, que –¿por qué no decirlo?– está
juzgando a nuestra sociedad y condenando a un mundo como el nuestro».
El cardenal recuerda que en los
años 1983-1984, cuando también España se vio golpeada por una crisis de paro
(aunque mucho menos extendida y profunda que la actual), monseñor Antonio
Palenzuela Velázquez, entonces obispo de Segovia, dijo y escribió cosas que
vale la pena recordar y volver a leer. A propósito de la realidad del paro,
fenómeno típico de la actual época moderna, afirmaba, con la libertad que le
era propia, que «el paro es uno de los mayores males que afectan a las
sociedades modernas. Produce hambre, miseria, frustración, crisis familiares,
humillación y desesperanza y puede desembocar en una cadena de guerras y
revoluciones, como ocurrió con la crisis de los años treinta. Ahora, drogados
por tanto ruido, tanta imagen, tanto alcohol, tanta droga, tanto engaño
publicitario e ideológico, tanta cosa poseída, disfrutada y consumida, tanta
libertad sin compromiso y entrega, no advertimos un mal tan grande que, de una
u otra forma, nos afecta a todos».
«El paro, “cáncer terrible de
nuestra sociedad”, “no es un mal cualquiera”, porque, “además del hambre y de
la miseria, de las humillaciones y frustraciones, de las crisis familiares, o
de las desesperanzas que produce”, hiere al hombre o la mujer sin empleo, al
adulto o al joven, en lo más profundo de su dignidad humana, que la ven
perdida, “porque se les ha despojado de ella” al verse privados de un trabajo
con una cierta estabilidad, sin el que “el hombre contemporáneo, al menos en
nuestras sociedades, no se considera ‘realizado’ como persona”. Lo que más
preocupa a los españoles –y desean–, según los datos de población, es tener un
puesto de trabajo. “Les va en ello su dignidad y ser hombres y mujeres.
Estremece sólo imaginar qué puede ser de una juventud que, después de una
preparación escolar a veces demasiado larga, entra en la edad adulta, sin haber
alcanzado un puesto de trabajo algo estable”», concluye citando a Palenzuela
Velázquez.
Es el momento de la verdad, de la
caridad: «Verdad y caridad se muestran cuando uno es capaz de darse enteramente
para ayudar y salvar, hasta la vida misma, como ese testimonio admirable y
sobrecogedor que estos días han dado a todo el mundo tres policías en las
costas de Galicia, frente a La Coruña, perdiendo su vida por salvar a otros.
Dios habrá premiado su extraordinario y tan esperanzador testimonio de
solidaridad y de servicio, más aún de un amor al prójimo, que es reflejo del
Amor que es Dios, tan sumamente apasionado por el hombre». Por ello, el
cardenal Cañizares Llovera expresa su admiración «por tan alto ejemplo de
virtud, servicio y valor a toda la sociedad, y por la esperanza a la que nos
mueven. Dios no nos deja».
Fuente: Osservatore Romano
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