"Ignorar a los pobres es despreciar a Dios" Francisco

viernes, 3 de febrero de 2012

ESCUCHAR LA VOZ DE LOS PARADOS

Grave situación para España con más de cinco millones de personas sin trabajo

«El paro condena a un mundo como el nuestro. Todos, ante el paro masivo, somos y debemos sentirnos solidarios y responsables». Lo subraya el cardenal Antonio Cañizares Llovera, prefecto de la Congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos, en un artículo publicado el miércoles 1 de febrero por el diario español «La Razón». El purpurado comenta los alarmantes datos oficiales difundidos la semana pasada sobre los parados en España (5.300.000), «la altísima cifra oficial nos ha sobrecogido a todos». Lamentablemente -se lee en el artículo- «se trata de la cota más alta de nuestra historia, por desgracia. Hay que añadir, además, que más de un millón y medio de parados han dejado de percibir el subsidio de desempleo. Los pronósticos de futuro, al mismo tiempo, no son nada halagüeños: va a crecer seguramente en los próximos meses, y se constata y pronostica como algo endémico de nuestra sociedad». Según Cañizares Llovera, «el paro, sin duda alguna, es una de las peores calamidades de nuestra sociedad; uno de los peores males que la aqueja. No es un mal más entre los muchos que padece nuestro mundo enfermo. Constituye, de hecho, una especie de tumor maligno muy profundo y agresivo, con grandes y graves ramificaciones, que –¿por qué no decirlo?– está juzgando a nuestra sociedad y condenando a un mundo como el nuestro».


El cardenal recuerda que en los años 1983-1984, cuando también España se vio golpeada por una crisis de paro (aunque mucho menos extendida y profunda que la actual), monseñor Antonio Palenzuela Velázquez, entonces obispo de Segovia, dijo y escribió cosas que vale la pena recordar y volver a leer. A propósito de la realidad del paro, fenómeno típico de la actual época moderna, afirmaba, con la libertad que le era propia, que «el paro es uno de los mayores males que afectan a las sociedades modernas. Produce hambre, miseria, frustración, crisis familiares, humillación y desesperanza y puede desembocar en una cadena de guerras y revoluciones, como ocurrió con la crisis de los años treinta. Ahora, drogados por tanto ruido, tanta imagen, tanto alcohol, tanta droga, tanto engaño publicitario e ideológico, tanta cosa poseída, disfrutada y consumida, tanta libertad sin compromiso y entrega, no advertimos un mal tan grande que, de una u otra forma, nos afecta a todos».

«El paro, “cáncer terrible de nuestra sociedad”, “no es un mal cualquiera”, porque, “además del hambre y de la miseria, de las humillaciones y frustraciones, de las crisis familiares, o de las desesperanzas que produce”, hiere al hombre o la mujer sin empleo, al adulto o al joven, en lo más profundo de su dignidad humana, que la ven perdida, “porque se les ha despojado de ella” al verse privados de un trabajo con una cierta estabilidad, sin el que “el hombre contemporáneo, al menos en nuestras sociedades, no se considera ‘realizado’ como persona”. Lo que más preocupa a los españoles –y desean–, según los datos de población, es tener un puesto de trabajo. “Les va en ello su dignidad y ser hombres y mujeres. Estremece sólo imaginar qué puede ser de una juventud que, después de una preparación escolar a veces demasiado larga, entra en la edad adulta, sin haber alcanzado un puesto de trabajo algo estable”», concluye citando a Palenzuela Velázquez.

Es el momento de la verdad, de la caridad: «Verdad y caridad se muestran cuando uno es capaz de darse enteramente para ayudar y salvar, hasta la vida misma, como ese testimonio admirable y sobrecogedor que estos días han dado a todo el mundo tres policías en las costas de Galicia, frente a La Coruña, perdiendo su vida por salvar a otros. Dios habrá premiado su extraordinario y tan esperanzador testimonio de solidaridad y de servicio, más aún de un amor al prójimo, que es reflejo del Amor que es Dios, tan sumamente apasionado por el hombre». Por ello, el cardenal Cañizares Llovera expresa su admiración «por tan alto ejemplo de virtud, servicio y valor a toda la sociedad, y por la esperanza a la que nos mueven. Dios no nos deja».

Fuente: Osservatore Romano

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