"Ignorar a los pobres es despreciar a Dios" Francisco

sábado, 26 de mayo de 2012

APÓSTOLES PARA UNA NUEVA EVANGELIZACIÓN

Rafael Palmero Ramos, Obispo de Orihuela-Alicante
El domingo, 27 de mayo, cincuenta días después de Pascua, celebramos la fiesta de Pentecostés. Derrama el Resucitado entonces sobre su Iglesia el don del Espíritu Santo, señor y dador de vida que convierte a los discípulos, ya sin miedo, en apóstoles y los envía a proclamar por todo el mundo el evangelio del reino. No es casualidad que en esta última solemnidad de la pascua, cuando celebremos también el Día del Apostolado Seglar y de la Acción Católica. Con el Espíritu Santo recibido en Pentecostés, los discípulos comienzan con la misión de anunciar a los hombres de todos los tiempos el Evangelio, la nueva ley entregada por Dios al pueblo de la nueva alianza: la del amor. Ley escrita no en tablas de piedra, sino en el corazón de cada ser humano.


"Como el Padre me ha enviado,
así os envío yo
" (Jn 20, 21).
El lema de este año para la celebración de la jornada es "Apóstoles para la nueva evangelización". En los trabajos de preparación para el próximo Sínodo de Obispos sobre la nueva Evangelización se lee: "la nueva evangelización es una actitud, un estilo audaz. Es la capacidad de parte del cristianismo de saber leer y descifrar los nuevos escenarios, que en estas últimas décadas han surgido dentro de la historia humana, para habitarlos y transformarlos en lugares de testimonio y de anuncio del Evangelio".

El Espíritu Santo recibido en el bautismo y en la confirmación nos capacita para la misión, sabiendo que es tarea particular de los cristianos laicos impregnar del Evangelio las realidades temporales del mundo laboral, económico, cultural, de la familia, de la vida pública y política, de la paz, siempre a través de la conversión de los corazones de las personas concretas. No basta la conversión del corazón, olvidando las realidades del mundo; tampoco basta por sí mismo la transformación de las estructuras que conforman la realidad social; hace falta transformar el mundo con la conversión de los corazones de los hombres y mujeres. Como dice el documento teológico de nuestro Congreso, los laicos, "han de hacer que la Iglesia esté presente en el mundo y llevar el clamor del mundo hasta el corazón de la Iglesia".
"A cada cual se le da la manifestación del Espíritu
para el bien común
" (1Cor 12, 12).
Pienso en todos los seglares, pero de modo especial en los miembros de movimientos y asociaciones. Y en los de Acción Católica, por supuesto. Y os recuerdo con palabras de Benedicto XVI: "Sois niños, adolescentes, jóvenes y adultos que se ponen a disposición del Señor en la Iglesia con un compromiso solemne, público, en comunión con los Pastores, para dar un buen testimonio en todos los ámbitos de la vida. Vuestra presencia es omnipresente en las parroquias, en las familias, en los barrios, en los ambientes sociales: Vuestras asociaciones son "gimnasios de santidad", en las que os entrenáis con dedicación plena en la causa del Reino de Dios, en un sistema de vida profundamente evangélica que os caracteriza como laicos creyentes en los lugares de la vida cotidiana. Esto exige oración intensa ya sea comunitaria o personal, la escucha continuada de la Palabra de Dios, y una asidua vida sacramental. Es necesario hacer del término "santidad" una palabra común, no excepcional, que no designe sólo a estados heroicos de vida cristiana, sino que indique en la realidad de todos los días, una respuesta decidida y una disponibilidad a la acción del Espíritu Santo".
Esta corresponsabilidad vuestra, la de los laicos comprende la edificación de la comunidad eclesial y su acción evangelizadora en la sociedad civil. Conscientes siempre de que dicha participación de los laicos en la vida de la comunidad eclesial y su acción evangelizadora en la sociedad civil no son responsabilidades paralelas y acciones separables ni contrapuestas. Empujamos todos en el mismo carro y trabajamos, juntos, en la única viña de Dios.
"El vuestro es un compromiso -continúa diciendo el Papa- que se cumple sobre todo, a partir de la vida cotidiana, de madres y padres que luchan en los desafíos de la educación de los hijos, de trabajadores y de estudiantes, de centros de cultura orientados al servicio del crecimiento de todos. Hoy la vida pública del país exige una respuesta ulterior y generosa por parte de los creyentes, para que pongan a disposición de todos, sus propias capacidades y fuerzas espirituales, intelectuales y morales. Santidad significa también para vosotros darse al servicio del bien común según los principios cristianos, ofreciendo, en la vida de la ciudad, presencias cualificadas, gratuitas, rigurosas en los comportamientos, fieles al magisterio eclesial y orientadas al bien de todos".
Sed, con la fuerza del Espíritu, apóstoles para la Nueva Evangelización.

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